Un año terrestre es una vuelta al sol como concepto establecido y es así como contabilizamos nuestras vidas de manera objetiva. Es una característica que impone el ser humano ya que necesitamos medir, cuantificar… y lo hemos normalizado en unidades de tiempo cronológico.

Pero la palabra tiempo no logra abarcar todo lo que incumbe a nuestra vida y las posibilidades que tenemos.

En realidad, no son años lo que acumulamos sino “veteranía en el arte de vivir” (a fuerza de equivocarnos, tropezar, caer, aprender…). La sensación de tiempo que tenemos es muy diferente en función de cómo estemos en cada etapa vital y todos lo hemos experimentado, por lo tanto, el tiempo es también algo relativo.

La pregunta adecuada no es cuántos años tienes, sino ¿cuánta vida hay en tus años?

Me gusta decir que tengo las ganas de los 20, la ilusión de los 30, la fuerza de los 40, la experiencia de los 50…, que espero alcanzar la luz, paz y serenidad de las décadas venideras y que me siento mejor que nunca porque vivo cada día con pasión y entusiasmo como si fuera el primero cada vez.

Si pierdes el momento presente, pierdes tu cita con la vida.

Estamos acostumbrados a cuantificar todo en dígitos y en cifras que, de algún modo, nos clasifican, bien sea en números absolutos (edad, talla, peso, sueldo, capital, patrimonio…) o relativos (ser mejores o peores que otros, sentirnos más o menos queridos, tener o no lo mismo que otro…).

Eso nos hace vivir siempre comparándonos y nos lleva a tener profundas heridas de desvalorización muchas veces inconscientes y ya instaladas desde niños. Esto nos lleva a sobrevivir en carencia, impotencia, frustración… sentimientos que pueden bloquear toda una vida porque nos enjuiciamos y somos nuestro peor verdugo. Salir del juicio es tener una mirada cariñosa sobre uno mismo y sobre los demás, sin ser condescendientes ni paternalistas.

¡La vida de una persona no es un ranking ni una competición!

Si no te comparas, no te desvalorizas.
Si no te desvalorizas, no te frustras.

Entonces te aceptas más y asumes mejor cualquier situación desde tu poder personal, que todos tenemos, cada uno en su individualidad única.

Silenciamos nuestra voz interior cada vez que dejamos que uno de esos estados de comparación desvalorizada nos aplaste la identidad, nos corte las alas y nos seque la alegría de vivir o todo aquello que nos hace vibrar.

Aparentar ser quien no eres es ganar una batalla para perder la guerra.

¿Y si comenzamos a aceptar nuestros demonios, nuestros miedos e inseguridades y dejamos de pelearnos con ellos?
La Libertad más grande está en hacerse libre de juicios y abrazar nuestros miedos, sobre todo el temor más profundo y universal : miedo a no ser suficiente y a sentirse rechazado.

Los miedos se desmontan y también podemos elevarnos por encima de ellos.

Tu percepción del mundo es un reflejo de tu estado de consciencia, si estás en impotencia y necesidad tienes que cambiar el “desde dónde” miras la vida para poder permitirte ser merecedor de vivir desde la existencia (YO SOY) .

A veces hay que derrumbarse, desmoronarse…para poder reconstruirse desde la verdad interior, desde los propios instintos y dejar que la naturaleza salga desde la profundidad del alma.

Eso es decirle SÍ a la vida, permitirse ser en apertura, expansión, fluidez… habitar un cuerpo sin edad, una mente sin tiempo y, en coherencia con tu esencia, transitar por el sendero de la gracia de la vida.

Toda la belleza de una persona está en su interior,
lo más importante y atractivo de un ser humano es la energía que porta y desprende. No depende de la edad, sino de su campo electromagnético conformado por el amplio abanico de emociones y pensamientos que emana… todo es energía.

Es decir, el encanto que tienes reside en la armonía que emites. Y cada uno tiene su frecuencia vibratoria… por eso encajamos más con unas personas que con otras.

¿Y si cambiamos la energía del “miedo a no ser capaces” por la fuerza de la confianza?
Para eso necesitamos Amor propio, Valor, Propósito y Consciencia.

La Fe en uno mismo no hace que las cosas sean fáciles, hace que sean posibles… esa certeza interior es crédito ante ti mismo y honor de encontrarte con tu palabra.

Es empezar a caminar siendo quien ERES.
Sólo entonces estás abierto a sentir y a bailar la vida con una primavera eterna en los pies…

Dra. Pilar Morán